Por su parte, el rey Cuauhtémoc y con él los capitanes Coyohuehuetzin, Temilotzin, Topantemoctzin, Ahuelitoctzin, Mixcoatlailotlactzin, Tlacuhtzin y Petlauhtzin tomaron a un gran capitán de nombre Opochtzin, tintorero de oficio. En seguida lo revistieron, le pusieron el ropaje de "tecolote de quetzal", que era insignia del rey Ahuizotzin.
Le dijo Cuauhtémoc:
-Esta insignia era la propia del gran capitán, que fue mi padre Ahuizotzin. Llévela éste, póngasela y con ella muera. Que con ella espante, que con ella aniquile a nuestros enemigos. Véanla nuestros enemigos y queden asombrados.
Y se la pusieron. Muy espantoso, muy digno de asombro apareció. Y dispusieron que cuatro capitanes fueran en su compañía, le sirvieran de resguardo. Le dieron aquello en que consistía la dicha insignia de mago. Era esto:
Era un largo dardo colocado en vara, que tenía en la punta un pedernal.
Y con esto lo dispusieron tal que pudiera contarse entre los príncipes de México.
Dijo el cihuacóatl Tlacutzin:
-Mexicanos tlatelolcas:
¡Nada es aquello con que ha existido México! ¡Con que ha estado perdurando la nación mexicana! ¡Se dice que en esta insignia está colocada la voluntad de Huitzilopochtli: la arroja sobre la gente, pues es nada menos que la Serpiente de fuego (Xiuhcóatl), el Perforador del fuego (Mamalhuaztli)! ¡La ha venido arrojando contra nuestros enemigos!
Ya tomáis, mexicanos, la voluntad de Huitzilopochtli, la flecha. Immediatamente la haréis ver por el rumbo de nuestros enemigos. No la arrojaréis como quiera a la tierra, mucho la tenéis que lanzar contra nuestros enemigos. Y si acaso a uno, a dos hiere este dardo, y si alcanza a uno, a dos, de nuestros enemigos, aún tenemos cuenta de vida, aún un poco de tiempo tendremos escapatoria. Ahora, ¡como sea la voluntad de nuestro señor! . . .
Ya va en seguida el tecolote de quetzal. Las plumas de quetzal parecian irse abriendo. Pues cuando lo vieron nuestros enemigos, fue como si se derrumbara un cerro. Mucho se espantaron todos los españoles: los llenó de pavor: como si sobre la insignia vieran alguna otra cosa.
Subió a la azotea el tecolote de quetzal. Y cuando lo vieron algunos de nuestros enemigos, luego regresaron, se dispusieron a atacarlo. Pero otra vez los hizo retroceder, los persiguió el tecolote de quetzal. Entonces tomó las plumas, el oro y bajó inmediatamente de la azotea. No murió él ni se llevaron (oro y plumas) nuestros enemigos. Y también quedaron prisioneros tres de nuestros enemigos.
De golpe acabó la batalla, todo quedó en calma y nada más sucedió. Se fueron luego nuestros enemigos y todo quedó en calma. Nada aconteció durante la noche.
Y al día siguiente, nada en absoluto pasó. Nadie hablaba siquiera. Los mexicas estaban replegados en defensa. Y los españoles nada obraban. Sólo estaban en sus posiciones, veían constantemente a los mexicas. Nada se dispuso, no hacían más que estar a la expectativa unos y otros ...
Texto extraido del libro "Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista" . Miguel León-Portilla.
Es una gran historia
ResponderEliminarMaldito Age of Empires III, ¿por qué no lo agregaron como unidad para los aztecas? Aunque sea un superpoderoso guerrero que dure poco tiempo o algo así.
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