Fragmento.
(Cada uno coge una punta de la cuerda y tiran. La cuerda se rompe. Están a punto de caer.)
VLADIMIR: No sirve para nada.
(Silencio)
ESTRAGON: ¿Dices que mañana hay que volver?
VLADIMIR: Sí.
ESTRAGON: Pues nos traeremos una buena cuerda.
VLADIMIR: Eso es.
(Silencio.)
ESTRAGON: Didi.
VLADIMIR: Sí.
ESTRAGON: No puedo seguir así.
VLADIMIR: Eso es un decir.
ESTRAGON: ¿Y si nos separásemos? Quizá sería lo mejor.
VLADIMIR: Nos ahorcaremos mañana. (Pausa) A menos que venga Godot.
ESTRAGON: ¿Y si viene?
VLADIMIR: Nos habremos salvado.
(Vladimir se quita el sombrero -el de Lucky-, mira el interior, pasa la mano por dentro, se lo sacude, se lo cala.)
ESTRAGON: ¿Qué? ¿No vamos?
VLADIMIR: Súbete los pantalones.
ESTRAGON: ¿Cómo?
VLADIMIR: Súbete los pantalones.
ESTRAGON: ¿Que me quite los pantalones?
VLADIMIR: Súbete los pantalones.
ESTRAGON: Ah, sí, es cierto.
(Se sube los pantalones. Silencio.)
VLADIMIR: ¿Qué? ¿Nos vamos?
ESTRAGON: Vamos.
(No se mueven.)
Samuel Beckett. Esperando a Godot.
Samuel Beckett (Dublín, 1906- París, 1989), irlandés despatriado incluso en su idioma, pues escribe buena parte de su obra fundamental en francés. Esperando a Godot proclama la inutilidad de las cosas, incluso de la cuerda que ha de ser instrumento para el suicidio, para poner término a una espera sin sentido. Godot no llega, porque no hay salvación posible. Estragon y Vladimir, los personajes principales de esta obra, esperan. Esperan,
al pie del árbol, en una radical soledad e incomunicación que no puede disipar
ni la compañía (puramente formal) ni el diálogo (que en vano intenta ahuyentar
el silencio y el sinsentido). Al final de la obra, siguen esperando entre la
alternativa de un Godot que nunca llega y un suicidio que nunca se consuma.
@raknida
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